Somos instrumentos sonoros
La palabra persona, que proviene del latín "per sonare", nos muestra la estrecha relación entre la personalidad y la voz.
La voz es el espejo de nuestro estado de ánimo en cada momento determinado, pero también es el fruto de nuestra historia familiar, nuestro nivel cultural, social, etc. A través de ella, nos exponemos y nos desnudamos.
Voz al desnudo, el habla y el canto
Usar la voz nos exigió a todos un largo aprendizaje: el potente llanto del bebé, nuestros primeros balbuceos, las palabras aprendidas imitando a nuestros padres, la adquisición de vocabulario y la capacidad, por fin, de expresar plenamente nuestras ideas, sentimientos y emociones.
Cuando nacemos, la voz al desnudo, en tanto que instrumento que se manifiesta independientemente del lenguaje, es nuestro punto de partida. El recién nacido está de entrada en contacto con su potencial vocal y la fuerza de sus gritos, gemidos, no le hacen volverse afónico. El niño en su espontaneidad y su despreocupación está en concordancia con su voz.
Con la llegada de las palabras, el aire que sale de los pulmones se convierte en esos fenómenos maravillosos que son el habla y el canto humanos. La palabra y el intelecto toman el poder y consiguen desbancar al placer oral y lúdico. Empezamos a estar más atentos a la parte inteligible del sonido y nos vamos alejando de las sensaciones de nuestro cuerpo y de nuestra voz.
Por otra parte, vamos creando una gran distancia entre la voz hablada y la voz cantada. Hablar se convierte en algo esencial en nuestra vida, sin importarnos si nuestra voz es débil o fuerte, musical o áspera, dulce o sensual. Pero, esta actitud no es igual con la voz cantada. Es como si para cantar hubiera que tener una bella voz de entrada o haberla educado duramente; y así el canto se concibe como algo excepcional, reservado a una minoría privilegiada.
Si comparamos con otras culturas, vemos que esta forma de pensar no es en absoluto igual. Sin embargo, son muchos los que se han dejado influenciar por esta creencia que nos hace poco indulgentes hacia el cantante que duerme en nosotros.
La voz en nuestro cuerpo
Es importante dejar de creer que hablar de voz es hablar sólo de cuerdas vocales. La voz es el sonido de toda la persona; y por tanto, trabajar la voz implica mucho más que trabajar sólo con el sonido.
Sin embargo, no es raro encontrarse con alguien que cree que su voz es sólo su garganta. Es un gran error. En la voz participan lo sutil y lo material de un ser humano. Participan su alma y su espirítu, sus pensamientos y sus emociones. Y participa su parte material: su cuerpo.
En la "fabricación" de la voz interviene absolutamente todo el cuerpo. Todos sus músculos, todos sus órganos, todas sus articulaciones. Y cada zona del cuerpo cumple con su función. El cuerpo es el instrumento que materializa la voz. Y somos instrumentos sonoros ricos y perfectos, marivillosos en nuestra simple complejidad.
Por este motivo, el cuerpo es el instrumento que debemos afinar para que la voz se produzca en las mejores condiciones. Todo él se hace sonido en nuestra voz. De hecho, cuando empezamos a descubrir esto, automáticamente empezamos a desterrar la errónea creencia de que la voz sólo se desarrolla con ejercicios sonoros.
Trabajar la voz es un proceso de investigación y descubrimiento personal. No es, en ningún caso, seguir una serie de recetas.
La conexión con nuestra voz
A la hora de entrar en contacto con la voz podemos hacerlo con intenciones diferentes. Existe una manera de proyectarnos lejos de nosotros mismos en la tentativa de satisfacer un ideal de voz. Pero también tenemos la posibilidad de ir al encuentro con nuestra voz natural en una actitud de aceptación y reconocimiento de nosotros mismos.
Para lograr esto último es importante aprender a escucharla, sin a priori, juzgarla y sin rechazar lo que se presenta. Es necesario buscar la expansión, la fluidez y la libertad del sonido; y sobre todo, es atreverse a hacer el proceso de crecimiento vocal, o lo que es lo mismo, atreverse a ir a nuestra esencia y expandirla hacia fuera.
Cuando la voz se gesta en el interior de un cuerpo afinado, el sonido es profundo, orgánico, y surge de nuestra entrañas, porque le estamos permitiendo que suba y se expanda.
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