Tengo un cuerpo. Y soy también cuerpo. Y este cuerpo debe ser nutrido diariamente para que pueda seguir viviendo, pero su vida es la mía. Lo que le nutre a él me nutre a mí. Su bienestar influye en mi bienestar.
De la calidad de los alimentos que ingiere depende en gran medida la calidad de mi vida. De la energía que obtenga de esos alimentos dependerá la energía que tenga para afrontar los hechos cotidianos de la vida y también las adversidades.
Para llevar una buena alimentación que nos permita estar fuertes y saludables, a veces, la información no es suficiente, aunque ésta sea desde luego necesaria. Es también preciso caer en la cuenta del tipo de relación que mantengo con mi cuerpo y con el alimento.
¿Cómo me relaciono con mi cuerpo?
En muchas ocasiones lo percibimos como algo ajeno, como un conjunto de huesos, músculos y órganos que vive su propia existencia, no somos capaces de escuchar sus necesidades ni de estar atentos a sus señales. Es como si una barrera inexistente nos separase de nuestro propio cuerpo. Y vivimos en él y con él, como si fuésemos DOS. Cuando sólo hay UNO.
Quizá ni siquiera nos guste, o no nos inspire respeto, ni mucho menos amor. O nos obsesione su aspecto y su cuidado y no dudemos en hacer duros sacrificios o en manipularlo para que se adapte al modelo de belleza que impera en nuestra sociedad.
¿Qué es la comida para mí?
Y si no tenemos una buena relación con nuestro cuerpo, difícilmente vamos a saber atender a sus necesidades de alimento. Porque ¿Qué es la comida para mí? ¿Qué proyecto en ella o qué necesidades emocionales intento satisfacer a través de ella?
En muchas ocasiones comemos por desesperación o por ansiedad. Intentamos llenar el vacío de la soledad o del aburrimiento. O el estrés y la tensión no nos dejan un momento para dedicarlo al acto de alimentarnos. Comemos "cualquier cosa" a "cualquier hora" y en "cualquier sitio". O dejamos de comer, por pereza, abatimiento, rebeldía o incomprensión.
Quizá no nos sintamos dignos de alimentarnos de una manera adecuada, o comemos para satisfacer nuestros sentidos, más allá de lo que pueda ser beneficioso para nuestro bienestar: como ahora y después ya veremos.
Comemos como si los alimentos los introdujéramos en un recipiente con sentido del gusto y del olfato, nos reconforta la sensación de placer y plenitud, sin ser muy conscientes de que ese "recipiente" somos nosotros mismos, y que nuestra falta de atención reclamará, más adelante, mucha más dedicación cuando aparezcan los primeros síntomas de enfermedad: trastornos digestivos, cardiovasculares.
Una nueva relación
La cuestión es ¿qué es para mí comer? Porque para muchos, esta relación con la comida y con su cuerpo, de la que no son conscientes, ha traído finalmente conflicto, sufrimiento y enfermedad a sus vidas.
Como mal, o mucho o demasiado poco, o sé que debo comer de otra manera pero no puedo hacerlo, y las causas últimas de esta actitud o comportamiento están ocultas, y pertenecen a mi historia personal y también a la de mi familia, y sólo sacándolas a la luz entenderé el porqué de mi conducta y podré modificarla para establecer una relación nueva con mi cuerpo y con la comida que me traiga descanso, satisfacción y salud.
|