EDUCACION Y ORIENTACION MEDIANTE CUENTOS (2)

Por: CRISTINA MARTINEZ
Escritora
Argentina


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Para nuestros hijos lo mejor de nuestros abuelos

El oscurecimiento

En la cultura griega se vivió la transición entre el escuchar a los dioses, sentirse guiado por ellos y el oscurecimiento entre los dos mundos.

En la evolución de un ser humano se repiten los aconteceres de la evolución de la humanidad y podemos ver a los más pequeños cómo viven esta época, abierta a los mundos de los que procedemos.

Si pudiésemos intuir todo los que ese niño "ve", antes de que su vista se estimule demasiado exteriormente y el valor que tiene para él "la palabra" que escucha, cuidaríamos mucho estimularlo y mediríamos lo que hablamos delante de ellos, lo que pensamos, lo que sentimos, las actitudes anímicas, los gestos... veneraríamos a ese pequeño ser que es mucho más sensible, sabio, que trae consigo tanto de aquel cielo, tan lejano ya para los adultos...

Por supuesto es parte de la vida, aunque actualmente se acelera este proceso de manera desorbitante y ya casi es imposible atenuarla.

Por su parte el niño viene con un gran impulso de aprender a pisar firmemente la tierra con las consecuencias que esto conlleva, levantando, simultáneamente, el muro que nos separa pero que nos da la posibilidad de ser autónomos, libres para hacer el trabajo consciente de transformar la tierra para que irradie su luz propia, colaborando en abrir ese muro con nuestro propio esfuerzo para poder escuchar de nuevo.

Con el cuento verdaderamente inspirado, prolongamos este pertenecer a ese ámbito en que la palabra sigue siendo verdadera, llena de contenido espiritual, retomando, al escucharlos, aquello que lo formó en primera instancia, renovando en su alma los impulsos primeros que en su madurez saldrán a flote como ideales reales.

En la adolescencia, el joven vive el oscurecimiento como un duelo, sin saber muy bien qué está ocurriendo, se visten de negro, entran en la tripa del lobo, o se ponen la capa de mil pieles o bestia peluda o viven junto a un dragón en una cueva oscura.

Pero la luz interior sigue titilando bajo el caparazón, está en un proceso necesario, donde las vestiduras verdaderas, los trajes del sol, la luna y las estrellas están guardados en una cáscara de nuez. Aguardan al yo para que los libere algún día no muy lejano.

Con Caperucita Roja comienza este proceso

A esta niña tan dulce y querida por todos, un alma nueva y radiante a quien su abuelita, la anciana alma de sabiduría antigua regala, como algo muy especial la caperuza de color rojo. Con la caperuza "se cierra" algo en nuestra cabeza, se interrumpe la conexión con el mundo superior, el pensar imaginativo empieza a opacarse tomando un matiz individualizante, tiñéndose con el color de la sangre, donde el yo toma parte, encerrándose para comenzar con el pensar cerebral un camino en soledad, con total ingenuidad y la protección que esto conlleva. La fuerza materna en el alma elabora el alimento que la más joven debe llevar a la anciana debilitada, aquel pensar que ya no tiene vigencia y debe ser sanado por las sustancias que recorrerán el camino de vivencias y experiencias de la principiante.

La clave es "no apartarse del camino", mientras se está en él no hay peligro.

El lobo aparece con su oscuro color que declara su procedencia, su voracidad, que ahora disimula pero que en realidad quiere tragar lo nuevo, germinante, tierno, pero ella lo reconoce en su esencia, su nombre, lobo, y mientras esto se mantenga él no puede actuar.

Esas fuerzas del pensar nuevo son tan puras y radiantes que no pueden ser devoradas, le arderían en su interior. Si no, ¿a qué esperar? Si el lobo fuese sólo un lobo y la niña una niña, sería todo muy distinto.

Tiene que apagar un poco su radiación, sacarla del camino, desviar el pensar hacia lo meramente sensible, "escuchar" los pararillos, "mirar" las flocerillas, y con esto se olvida la meta: el antiguo saber que espera la fuerza que le va a aportar lo nuevo.

Ahora ella le indica el lugar tan especial, bosque adentro, los tres robles y el seto de avellanos, son las mismas características de los lugares en qué vivían los antiguos druidas. Los árboles sagrados y el avellano que atrae fuerzas vitales.

El engaño a la anciana le permite devorarla y se disfraza para no ser reconocido por la niña.

¿Cuántas veces podemos experimentar esta situación cuando al querer mantener un pensamiento, aunque sea por un breve tiempo, nos acosan los más cotidianos y simples, vestidos de importantes y urgentes, que nos "desvían", quitando fuerza, queriendo oscurecer nuestro impulso primero.

Se extrañó de que la puerta estuviera abierta...

Al fin llega a la casa Caperucita y percibe que algo no está en orden, "ella se sintió siempre bien allí". Ya no es igual que antes, ella tampoco. La abuela es distinta, sus oídos, ojos, manos, boca; pero no puede reconocer, ya no puede percibir la esencia, mirar hacia dentro del otro, por haber mirado hacia fuera y esto la lleva a caer en la oscuridad total junto a la anciana.

En el bosque de lo anímico-vital viven impulsos que tratan de mantener el orden, equilibrar el exceso de instintos desbocados, los animales salvajes; conocen muy bien los senderos y las fuerzas que allí habitan, por eso pueden diferenciar, gracias a su oído fino, los ruidos en ese ámbito. Algo le alerta y descubre lo acontecido.

Puede efectuar la salvación con el sano juicio, las tijeras que separan, un discernimiento que da paso a algo nuevo. Es un parto. De la oscuridad surgen a la luz, las fuerzas pensantes transformadas, resucitadas tras un morir que da paso al brillo contenido por haber vivido, sufrido y sucumbido con más potencia. La anciana recibe el alimento tan especial, símbolo del alimento espiritual desde tiempos antiguos y quedó restablecida. El lobo cae por el peso material propio, y la niña piensa: "Nunca más me apartaré sola del camino..."

En cada trayecto va aumentado la consciencia y la responsabilidad ante el restablecimiento de la tan valiosa antigua sabiduría.

Ahora el acceso es cada vez más directo, estando alertas, despiertos con el oído atento, despejados y sin olvidar la meta.

El cuento de hadas, la leyenda, el mito, son caminos.