índice de cuentos, leyendas y tradiciones
Mel era naturalista. A él le agradaba esa denominación, puesto que amaba profundamente la naturaleza.
Había hecho algunos importantes descubrimientos y disfrutaba de una cierta reputación entre sus colegas, incluso entre la prensa especializada.
En el último viaje a la Amazonía había conseguido encontrar un ejemplar de lo que posiblemente era una nueva especie de araña. No era la primera vez que descubría una especie, sin embargo sentía por esta araña un "cariño" especial, que incluso él mismo no podía comprender totalmente.
Había tomado fotos y descrito minuciosamente todas las características del arácnido y había enviado a través de Internet toda esta información a su amigo y colega George. Este, pocos días después, le informó de que posiblemente estaban ante un interesante descubrimiento, puesto la araña parecía ser realmente una especie no descrita con anterioridad.
Desde que Mel atrapó a la araña, la mantuvo con vida dentro de una caja transparente con apropiados agujeros, alimentándola con insectos y esperando poder llevarla viva de regreso a su país.
Varias veces preguntó a los nativos por esa especie de araña, pero parecía que ninguno la conocía. No podía entender cómo era posible que nunca la hubieran visto, pero no tenía ningún motivo para pensar que le estuvieran mintiendo.
Uno de los nativos con los que más confianza había conseguido, Yampa, se le acercó un día y le dijo que a pesar de que él nunca había visto esa araña, sabía de alguien que quizá pudiera conocerla y le propuso visitarlo.
Mel no lo dudó y al día siguiente partió con Yampa y dos nativos más. Tardaron seis días en llegar al poblado en el que se suponía que encontrarían a este hombre.
La gente de este poblado era amable y curiosa, por lo que enseguida Mel y sus acompañantes se vieron rodeados por veinte o treinta personas de todas las edades. Los niños les sonreían y les tocaban. Los mayores también sonreían y al tiempo movían la cabeza hacia delante, en un gesto que Mel interpretó como de simpatía.
Yampa preguntó por este hombre a las personas del poblado e informó a Mel de que no estaba y que tardaría varios días en volver. Este pensó que quizá sería una buena idea preguntar a alguno de los nativos si conocían la araña.
Abrió su mochila y muchas cabezas curiosas se acercaron para ver qué había en su interior. Cuando sacó la caja transparente y los nativos vieron lo que contenía se asustaron e instintivamente saltaron todos hacia atrás, como si se tratase de un movimiento coordinado de baile.
Después de unos segundos de silencio provocado por la perplejidad, todos los nativos empezaron a chillar. Mel miró a Yampa, interrogándole con la mirada. Este se encogió de hombros, mostrando su extrañeza por lo que estaba pasando.
Mel guardó su caja en la mochila y los nativos parecieron calmarse un poco.
Uno de los nativos en un pobre castellano le dijo:
- Irse, irse... Irse por favor.
- ¿Conoce esta araña? - Preguntó Mel.
- No conocer... Irse, Irse.
- ¿Conoce esta araña? Es importante - Insistió Mel.
El nativo estaba cada vez más nervioso:
- No conocer... Irse, Irse.
Yampa aconsejó a Mel que se retiraran y acamparan a una cierta distancia. Sabía que las personas de este poblado no eran peligrosas en absoluto, pero no deseaba incomodarlas.
- Bien, bien. Nos vamos. - dijo Mel al aparentemente atemorizado nativo.
- Gracias, gracias. Irse ahora. - Respondió con alivio el nativo y añadió - Nosotros amigos, pero irse ahora.
Acamparon aproximadamente a un kilómetro del poblado. Y allí esperaron la vuelta del hombre a quien habían venido a ver.
Varios días después, este hombre regresó y vino a verles al campamento.
Mel le agradeció la amabilidad al visitarles y le preguntó si él no tenía miedo de la araña.
- Yo no tengo miedo. Si la araña no le pica, no hay peligro.
El español de este hombre sonaba perfecto.
- ¿Cómo es posible que ustedes tengan miedo de esta araña? ¿Es mortal? - preguntó Mel.
- Desearía ver la araña. Enséñemela por favor. - pidió el nativo.
Mel sacó la caja que contenía la araña y se la mostró.
- Esta araña es muy peligrosa, pero no mortal. - dijo el nativo.
- ¿Cuál es el peligro? ¿Qué efecto causa su picadura?
- Nosotros la llamamos Araña de Soledad. Si la araña le pica, siempre estará solo.
Mel esbozó una sonrisa y preguntó:
¿Qué quiere decir?
- Ya se lo he explicado. Si la araña le pica, siempre estará solo.
Mel ya había dialogado muchas veces con nativos y sabía que no servía de nada insistir. Decidió preguntar otras cosas:
- ¿Dónde están estas arañas? ¿Por qué no se ven más?
- Esta araña siempre está sola, no le gusta la compañía.
- ¿Conoce a alguien que le haya picado esta araña?
- No, pero conozco una historia antigua. Cuando mi abuelo era un niño, una de estas arañas picó a un hombre. Estuvo varios días enfermo, pero luego sanó. Días después desapareció. Nadie supo por qué, pero no volvieron a verlo. Se decía que el espíritu de la araña le había poseído.
Mel deseaba saber más sobre aquella araña.
-¿Conoces algo sobre la forma de vida de esta araña? ¿Dónde se la puede encontrar?
- No lo sé. Es difícil ver una, pero si uno de nosotros la ve, se alejará inmediatamente - respondió. Y prosiguió - Ahora tengo que marcharme. Si necesitan algo pueden preguntar por mí en el poblado, pero por favor no se acerquen con la araña. Todos tienen miedo.
- Gracias por venir - se despidió amablemente Mel.
Mel pasó todo el día mirando la araña, observándola, como si quisiera adivinar cual era su secreto.
Al día siguiente varios niños de ocho a diez años se acercaron al campamento de Mel. Eran muy simpáticos, todo el tiempo estaban sonriendo y, a pesar de no conocer bien el castellano, se hacían entender con señas, gestos y unas pocas palabras.
Les atraían los objetos que para cualquier niño de nuestras ciudades son corrientes. Un transistor, un vaso de plástico, un bolígrafo. Uno se atrevió a garabatear algo en un cuaderno.
A Mel le encantaba conocer a las personas de la selva, ver sus reacciones. Por ello permitía a aquellos niños revolver sus cosas.
De pronto, uno de aquellos niños, el que parecía más atrevido dijo:
- ¡Araña. Ver araña!
Mel se sorprendió de que aquel niño quisiera ver la araña. Todos tenían miedo, pero parecía que él no.
- No, creo que no es una buena idea. - respondió.
Y sucedió lo que menos esperaba. Todos los niños empezaron a gritar sonriendo:
- ¡Araña, araña, ver araña!
Estaba desconcertado. Sabía que no existía ningún peligro en mostrarles la araña a aquellos niños, puesto que estaba en la caja transparente y no pensaba abrirla. Sin embargo pensaba que seguramente a sus padres no les agradaría que lo hiciera.
De nuevo se negó, pero el griterío aumentó. Al final claudicó, sacó la caja de la mochila y permitió que los niños vieran la araña.
Los niños abrían mucho los ojos al contemplar la araña moviéndose dentro de la caja. Alguno mostraba cierta inseguridad, los más, curiosidad.
- No tocar, no tocar - dijo Mel hablando como ellos. Y vio a unos tres metros a uno de los niños que estaba jugando con su cámara de fotos. Dejó la caja en el suelo y se acercó a él para, con una sonrisa, recogerla.
- Dámela. Esto no es para jugar - dijo. Y el niño pareciendo entenderle se la devolvió enseñando los dientes al sonreír.
De repente la sonrisa de este niño se esfumó. Su expresión denotaba miedo, pánico. Y se quedó inmóvil señalando con el dedo índice de la mano derecha hacia el lugar donde estaban los otros niños. Antes de volverse, Mel intuyó que algo malo estaba sucediendo y se dio cuenta de que el griterío de los niños había cesado.
Miró hacia el grupo y la escena que vio le dejó perplejo:
El primer niño que le había pedido que le mostrase la araña, aquel que parecía más atrevido, había abierto la caja y estaba sujetando la araña con su mano. Los demás niños le miraban y se veía que estaban muy asustados.
Se acercó a él, con cuidado. No quería intranquilizarle. Por su mirada, se veía que después de coger la araña, había comenzado a sentir miedo y no sabía qué hacer. Estaba como paralizado.
Mel, le acarició la nuca para infundirle tranquilidad. Después lentamente cogió la araña con mucho cuidado y la depositó en la caja.
Todos respiraron aliviados y recuperaron la movilidad que el temor les había arrebatado. Sonrieron con un resto de miedo en sus miradas.
Mel estaba cerrando la caja cuando vio a la araña saltar repentinamente sobre su mano... Sintió un fuerte dolor en ella, como si le hubieran pinchado con una aguja caliente.
El dolor se fue extendiendo con rapidez por el brazo. Era como si alguien le hubiera inyectado ácido en él. Después siguió invadiendo todo su cuerpo y sintió una incómoda sensación de dificultad para respirar, mezclada con un extraño y fuerte picor, como si todo su cuerpo por dentro estuviera siendo carcomido por un ácido.
Unos segundos después perdió la consciencia...
Despertó dentro de una choza. Lo primero que vio era una anciana que le miraba y que gritó algo que él no pudo entender. En unos segundos volvió a perder la consciencia. Varias veces tuvo estos pequeños momentos de consciencia antes de llegar a despertarse totalmente.
Tuvo extraños sueños durante todo ese tiempo: Convivió con diferentes arácnidos, los conoció, vivió extrañas experiencias, él mismo llegó a ser una araña. Sintió todas las emociones humanas con ellos: la alegría, el miedo, la tristeza, etc.
El día que despertó totalmente, vio a su amigo Yampa y a aquella anciana junto a él.
- ¿Cómo te sientes? - preguntó Yampa.
- Bien - respondió Mel de forma automática.
Y luego fue consciente de que estaba realmente bien. Sentía en su cuerpo una agradable sensación de bienestar. Pensó que todavía estaba bajo la influencia del veneno de la araña.
- ¿Cuánto tiempo ha pasado? - preguntó.
- Hace tres días que la araña te pico. - respondió Yampa.
- ¿La araña está bien?
- Los niños se asustaron mucho. La mataron y luego la echaron al río.
Mel sintió pena por la araña. Y se extrañó de no preocuparse por la pérdida del ejemplar de una especie no descrita, sino de que la araña hubiera muerto. No era el Mel científico, quien se hubiera sentido frustrado por una pérdida como aquella.
De nuevo pensó que todavía estaba bajo la influencia del veneno de la araña o de las "medicinas" que le habían hecho tomar. Tenía un regusto en su boca como ácido, pero no le molestaba... le agradaba.
- ¿Me han dado alguna medicina? - preguntó.
- Si, esta mujer te ha preparado una infusión con unas plantas y te ha cuidado todo estos días. Casi no se ha movido de tu lado.
Miró a la mujer con agradecimiento y le sonrió.
- Gracias por su ayuda y sus cuidados.
Yampa tuvo que traducir al idioma de la mujer el cumplido de Mel.
Esta, por toda respuesta le sonrió.
- ¿Por qué me ha cuidado? ¿Qué es lo que me ha dado? Es una buena "mujer-medicina". Me siento bien, rejuvenecido, como si hubieran restaurado todos los músculos de mi cuerpo.
Yampa tradujo lo que había dicho Mel y la mujer respondió unas frases ininteligibles para él. Yampa las trasladó al castellano:
- Esta mujer dice que te ha cuidado porque es su deber. Y que las plantas con las que ha hecho la infusión que te dio son comunes aquí. No tiene inconveniente en mostrarte cuáles son. También ha dicho que tu vida seguramente va a cambiar mucho desde ahora.
- ¿Cómo puede saberlo? ¿Qué quiere decir?
Y siguió una conversación en la cual la mujer explicó a Mel que a su padre le había picado una de esas arañas cuando ella tenía unos diez años. Estuvo tres días entre delirios y le administraron la misma infusión que ella le había preparado.
Cuando su padre despertó se sentía fuerte y feliz. Podía correr más rápido y más tiempo que ninguno de su poblado, podía levantar más peso y su inteligencia creció rápidamente. En unos pocos días ideó varias cosas para hacer mejor la vida de las personas del poblado. Estableció nuevas estrategias de caza. Incluso creó la red de canales que utilizaban en la actualidad para recoger el agua.
En menos de un mes cambió totalmente la forma de vida del poblado. Todos se sentían mejor. Creyeron que los dioses habían enviado a la araña para que picara a su padre y de esa forma mejorar sus condiciones de vida.
Después de este primer mes, su padre se había ido ensimismando. Se le veía todo el día absorto en sus propios pensamientos. No le agradaba la compañía de los demás y casi no hablaba. Salía solo a la selva y desaparecía durante varios días en los cuales nadie dónde había estado, ni qué había hecho.
Lo único que le agradaba era solucionar problemas. Si alguien le preguntaba por algo, el siempre sabía qué responder... sus respuestas eran naturales, pero muy ingeniosas. Parecía que lo único que le interesaba era aquello que ponía a prueba su inteligencia.
Pasados tres meses desde que la araña le picase, desapareció. De cuando en cuando se oía que había estado aquí o allí, pero todo eran rumores. Ninguna persona del poblado volvió a verle...
Mel se quedó profundamente impresionado por la historia del padre de esta anciana mujer. ¿Era esto lo que le esperaba a él...?
Durante varios días Mel estuvo repasando una y otra vez lo que la anciana le había relatado. Tenía la impresión de que todo era auténtico y que quizá su futuro inmediato fuese similar al que vivió el padre de aquella mujer.
Resolvió que en lugar de preocuparse debería estar preparado. Y para ello tomó cinco importantes decisiones, que anotó en su cuaderno:
1) Preguntaría a la anciana sobre la infusión que le había suministrado, qué plantas había utilizado y el proceso exacto de la preparación.
2) Registraría en un diario sus propios pensamientos. De esa forma médicos u otros científicos, pudieran entender mejor su proceso interno en el futuro.
3) Tomaría nota cada día de cualquier cambio físico que fuese observando, incluyendo datos como pulso, presión arterial, temperatura corporal, etc. Además mediría el rendimiento físico.
4) Pediría a George que a través de Internet se pusiera en contacto con personas que, después de ser picadas por una araña, hubieran tenido síntomas extraños, también con científicos que estuvieran investigando sobre las arañas o sobre los efectos de su veneno.
5) Intentaría capturar viva otra araña como aquella. De esa forma podría estudiarse la composición de su veneno y saber por qué producía esos extraños efectos.
Al cabo de tan sólo una semana desde que despertara, algunos de los síntomas referidos por la mujer ya se estaban manifestando claramente.
Aquel día anotó en su cuaderno:
"Me siento bien, perfectamente. Siento mis músculos fuertes y resistentes. He estado corriendo con los jóvenes del poblado. Sólo dos de ellos fueron más rápidos que yo. Hace dos días fueron diez los que me ganaron. Antes del incidente, ni siquiera lo hubiera intentado... más de veinte años sin correr.
En los últimos tres días ya no utilizo las gafas para leer o escribir. Hoy me he sorprendido a mí mismo al comprobar que podía ver con nitidez los pelillos de las patas de un pequeño insecto.
Cuando como, los alimentos me parecen insípidos. Identificar los sabores me resulta cada vez más difícil.
Lo contrario sucede con las texturas de los alimentos, puedo sentir una gran variedad de ellas, hasta algunas que no soy capaz de nombrar con palabras humanas. Sin embargo me desagradan casi todas, excepto los líquidos y los sólidos pastosos.
Mi saliva es más y más ácida. El sabor ácido es casi el único que está sobreviviendo a este proceso.
Siento crecer mi inteligencia. Veo constantemente soluciones a problemas cotidianos de la gente del poblado, pero he decidido no intervenir, no decirles nada, al menos por el momento. No deseo que me idealicen o que dependan en alguna forma de mí.
Puedo hacer cálculos matemáticos con rapidez y exactitud como por ejemplo multiplicar cuatro cifras por cuatro en tan sólo un par de segundos.
El tacto en mis manos no se está desarrollando especialmente. Sin embargo siento más con la piel de todo mi cuerpo. Puedo identificar y definir cualquier objeto que me roce en cualquier parte.
Mi oído también se está agudizando. A veces oigo extraños silbidos que no sé lo que son ni de dónde provienen.
Desde ayer no siento ninguna preocupación por mi estado, mi salud ni mi futuro, tampoco por la evolución de este proceso. No lo veo ya como una amenaza, más bien como una suerte."
Tres días después, en el día décimo después de despertarse, recibió una llamada vía satélite de George:
- ¿Qué te está pasando Mel?
- Te lo voy expresando en los emails que te envío.
- Es precisamente por los emails que recibo, por lo que me estoy preocupando.
- El proceso va bien. Físicamente me encuentro mejor que en toda mi vida. Tengo más vitalidad que un niño. Mis sentidos se están agudizando y mi mente es cada vez más rápida y precisa. ¿Es acaso eso algo malo en tu red?
- ¿Lo ves?
- ¿El qué?
- Has dicho ¿Es acaso eso algo malo en tu red?
- Sí, es sólo una broma. Digo "tu red" como queriendo decir en tu mundo. ¿Qué hay de malo en ello?
- Creo que tienes algún tipo de obsesión relacionado con el concepto de red o redes.
- ¿En qué te basas para hacer tal afirmación?
- En los emails que me envías diariamente. El de hace dos días contenía las palabras red o redes 10 veces, el de ayer, 18 y el de esta mañana 22.
- ¿Acaso es incoherente lo que escribo?
- En absoluto, es más bien brillante. Todas las ideas que me escribes sobre las redes son interesantes, soberbias...
- No entiendo cuál es el problema entonces.
- El Mel que yo conozco no habla constantemente de redes.
- George, debes reconocer que la organización de nuestro mundo está hecha en forma de redes, el mundo humano está lleno de ellas. Tenemos redes de transporte, de ferrocarril, de carreteras, invisibles redes aéreas. Redes de servicios como las redes telefónicas, redes de eléctricas de alta y baja tensión, redes del gas, redes de canalización de aguas, redes de agua potable, redes de alcantarillado, etc. También tenemos redes profesionales, redes científicas, redes sanitarias, redes comerciales, redes de distribución de alimentos, redes bancarias, todo son redes. Incluso existen redes policiales y hasta redes mafiosas. Internet misma es una gran red. Toda la macro-organización humana es una gran red compuesta de infinidad de redes.
- Mel, por favor piensa un poco ¿por qué esa insistencia sobre las redes?
- Porque todo son redes. Mira nuestro propio cuerpo. Redes sanguíneas, redes neuronales, incluso nuestra piel es una gran red que rodea, envuelve y protege nuestro cuerpo. No sé cómo no puedes verlo, todo son redes. Todo tiene la estructura de una red.
- Suponiendo que tengas razón, ¿por qué...? ¿Por qué ahora esa manía por las redes?
- George, ahora tengo que colgar. Me está esperando Yampa. Mañana hablaremos.
Y después de interrumpir bruscamente la conversación con su amigo, Mel comenzó a preguntarse por qué aquella charla le había inquietado tanto. Había mentido a George, puesto que nadie le estaba esperando, es más, no deseaba ver a nadie. Pero ¿por qué lo había hecho? Ciertamente la conversación sobre las redes le había afectado. ¿Era cierto que su forma de pensar y su punto de vista estaban cambiando tan radicalmente?
Repasó sus formas de pensamiento de los últimos días y se dio cuenta de que ciertamente algo extraño estaba sucediendo... Antes del incidente con la araña, pensaba en una familia como una familia, sin más planteamientos. Sin embargo ahora, cuando pensaba en una familia, sentía además las interconexiones entre sus miembros. Por ejemplo la familia de Yampa: estaba él en su doble figura de padre y esposo, su mujer, sus tres hijos y su hija menor, formando una pequeña red. También estaban su padre y su madre, que tenían su propia red de relaciones familiares, que les conectaba a un gran número de otras personas también relacionadas entre sí por otras redes familiares. Algunos vivían y otros no. Pensó en sus antepasados ya muertos, enlazados unos con otros en una gran red compuesta por redes de menor tamaño.
También las amistades. Una persona está conectada a una pequeña red de amigos íntimos, a una red más amplia de personas con las que existe una conexión más o menos amistosa y luego a un gran número de personas conocidas. Y todos y cada uno de ellos tienen sus propias redes similares, que se relacionan unas con otras, formando una gran red compuesta de innumerables conexiones.
El mismo estaba conectado a sus familiares, a sus amigos, a sus colegas, a sus conocidos. Y a través de ellos estaba en conexión con millones y millones de personas en este mundo, tal vez con todos y cada uno de los seres humanos.
Y de repente advirtió que vivía permanentemente dentro de una inmensa red, y que él era tan sólo un minúsculo punto en su interior... Y además empezó a sentir que nunca podría salir de ella...
Este último pensamiento le hizo sentir un escalofrío. Jamás podría salir de aquella red infinita...
Continuó ensimismado en este tipo de reflexiones durante varias horas. Hasta que al anochecer una voz conocida y una mano sobre su hombro le "despertó".
- ¡Mel, Mel, Mel! ¿Te encuentras bien?
- Sí, sí, ¿que deseas?
- No he podido encontrar a una sola persona esté dispuesta a acompañarnos en la búsqueda de la araña. Todos están demasiado asustados. Especialmente desde que la araña te picó, todos lo saben y lo comentan.
- Ahora forman una red de miedo, nadie podrá convencerles.
- Sí, todos tienen miedo. ¿Qué podemos hacer?
- No importa, ya no importa. Creo que voy entendiendo cada vez mejor a la araña, quizá podamos encontrarla buscando en la forma adecuada.
- ¿Cómo?
- Nosotros queríamos formar una gran red de personas, para intentar atrapar a una araña que huye de las redes. Es contradictorio. Cuando la araña sienta la red cercándola se esconderá. No conocemos sus hábitos, no sabemos dónde se esconde por eso no podríamos encontrarla.
- Tal vez sea así, pero cómo sabes que huye de las redes.
- Porque le producen miedo.
- ¿Cómo lo sabes? Tú mismo acabas de decir que no conocemos sus hábitos. ¿Cómo sabes que la araña teme a las redes?
- Puedo sentirlo, siento como una de ellas.
- Mel, todos estamos más preocupados por ti.
- ¿Por qué?
- Desde que despertaste te comportas de modo extraño..., y cada vez hablas más raro. Ahora mismo has dicho que sientes como una de esas arañas y además siempre estás hablando de redes.
- ¿También lo has notado? George me dijo lo mismo. Y mi propio pensamiento está lleno de redes...
- Deberías volver a tu país y que te vieran los médicos. Quizá estás enfermando.
Para Mel, esa afirmación resultó ofensiva e incómoda y reaccionó con brusquedad. Dijo gritando:
- ¿Qué quieres decir? ¿Que estoy enloqueciendo? Soy más fuerte y más ágil que en toda mi vida. Mi mente es más clara y rápida. Es cierto que tengo una forma de pensar distinta, pero es también mucho más eficaz. Mis sentidos son más fiables, incluso estoy viendo, oyendo y sintiendo cosas que nunca ningún humano pudo percibir.
Humildemente y en voz baja Yampa respondió:
- Tu corazón..., tu corazón está cambiando. No eres el Mel atento y amable que conocimos. Ya no haces bromas, no compartes con los demás, sólo quieres estar solo. Ese hombre del poblado te lo dijo. Si la araña te pica, siempre estarás solo. Te estás aislando, ¿es que no puedes reconocerlo?
- Estoy sólo para pensar. Pero continúo teniendo el mismo sentimiento por vosotros. Necesito reflexionar e indagar sobre este proceso, anotarlo todo... No tengo tiempo para cosas menos importantes.
- ¿Somos nosotros, tus amigos, esas cosas menos importantes?
- ¡No, por supuesto que no! No he querido decir eso. Sólo es que no tengo tiempo para nada que no sea observar este proceso. Os aprecio, pero debéis tener paciencia.
- ¡Mel, vuelve a tu país! Deja que los médicos te observen. Tal vez ellos puedan curarte.
- ¿Curarme de qué? No estoy seguro de que este proceso que estoy viviendo sea tan negativo. Ya se verá más adelante. De momento todo son ventajas para mí, no veo cuáles puedan ser los inconvenientes.
- Mel, habla con George. El sabrá qué hacer, cómo aconsejarte.
Mel comprendió que si se negaba, Yampa seguiría insistiendo. Así que decidió asentir falsamente.
- Mañana hablaré con él.
Y de nuevo se sorprendió mintiendo a otro amigo, algo que el Mel de antes del incidente con la araña nunca hubiera hecho. Algo estaba cambiando y muy deprisa.
Pasaron dos días sin que Mel viera a nadie. Ya hacía varios días que había ordenado a todos que acamparan lejos de él, junto al poblado. Les dijo que, si les necesitaba, sería él quien iría a verles.
Aquel día se levantó optimista y escribió en su diario:
"Hoy me siento bien. He desayunado café y plátanos. Me agrada la textura de los plátanos. Es suave, agradable.
Siento que deseo hablar con la gente, volver a sentir a mis amigos. Las conversaciones con George y Yampa me han hecho recapacitar. Están preocupados por mí, eso demuestra su amistad. He cambiado tanto que están asustados. Debo disculparme con ellos.
Por otra parte, pienso que estoy controlando bien todo esto. Creo que estoy encontrando el camino correcto dentro de toda esta confusión."
Después fue a ver a Yampa. Le pidió disculpas por su comportamiento y le enseñó a utilizar la conexión vía satélite, para que pudiera comunicarse en cualquier momento con George si fuese necesario.
- Si hay algún problema, si vuelvo a estar mal, podrás hablar con él y pedir ayuda. - Le dijo.
Y Yampa se alegró.
Después Mel pidió a Yampa que le acompañase.
- Ven conmigo. Hoy capturaremos una araña.
Y Yampa no supo si alegrarse o preocuparse por esta rotunda afirmación. - Le hará bien distraerse - pensó. Y fue con él.
Caminaron por la selva durante un par de horas hablando de muchos temas. Mel aquel día estaba muy comunicativo, como si tratase de demostrar que nunca volvería a querer aislarse. Incluso hizo algunos chistes sobre arañas. Yampa se sentía feliz al ver a su amigo mucho mejor.
De pronto Mel se paró en un claro.
- Aquí, éste es un buen sitio.
- ¿Un buen sitio para qué?
- Para que me esperes. Debo continuar solo.
- No te entiendo. Me pides que te acompañe y ahora quieres continuar tú solo.
- Debo hacerlo así. Si no, es posible que nunca capture una de esas arañas.
Yampa prefirió no discutir con su amigo. Sólo aceptó su decisión. Y dijo con resignación:
- Haz lo que creas más conveniente. Yo te esperaré.
Mel sintió que su amigo merecía una explicación.
- La araña es muy sensitiva. Si percibe una red en torno a ella se esconderá y no podremos capturarla.
- ¿Donde está la red? Ya vuelves a hablar raro...
Mel sonrió a su amigo.
- Tu y yo formamos una red básica. La araña huirá en cuanto la sienta. Te demostraré que estoy en lo cierto cuando capture una.
- Bien Mel, siempre has sido una persona sensata. No creo que seas capaz de encontrar una de esas arañas, pero te esperaré. Por favor, si la encuentras ten mucho cuidado, que no te pique. No sabemos qué podría pasar.
- No permitiré que lo haga. Gracias.
Y se internó en la selva.
Caminó durante media hora. Estaba seguro de que su amigo no le seguía, puesto que habría podido escuchar sus pasos a más de cien metros.
Llegó al sitio que buscaba. Había allí un riachuelo y un pequeño montículo de tierra con un agujero en el centro, junto un árbol.
Mel no sabía si era cierto o no, pero parecía intuir el comportamiento de esas arañas. Vivían como un ermitaño, por ello buscaban un sitio que tuviera cerca todo lo que necesitaban para su vida, sin tener que desplazarse demasiado. Si había agua en los alrededores, habría en abundancia mosquitos y otros insectos, su principal alimento.
El pequeño montículo era realmente la trampa de otra araña. Esta araña se ocultaba en su interior y cazaba a los insectos que, inconscientes del peligro, pasaban por allí. La Araña de Soledad, entraba en el agujero y mataba a la otra araña, arrebatándole así su propiedad. Después continuaba el agujero hasta el árbol y utilizaba los numerosos espacios vacíos en su interior.
Estaba permanentemente oculta y huía de cualquier ser vivo, manteniéndose en el interior de la tierra o del árbol y siempre lejos de las salidas. El único contacto que deseaba con el mundo era puramente alimenticio. Tenía numerosas estrategias de caza, por lo que nunca le faltaba la comida.
Si todo aquello era cierto ¿cómo podría atraparla?
Mel sentía que podía conectar de alguna extraña forma con la forma de pensar de la araña, sin embargo no estaba seguro de cómo hacer para lograr que saliera. Si capturaba un insecto y lo depositaba a la entrada, quizá pudiera conseguirlo.
Decidió probar. Atrapó una hormiga y con una pequeña fibra de una hoja la ató de forma que no pudiera más que andar alrededor del agujero de la araña. Mel pensaba que la araña aprovecharía la ocasión de cazar una presa fácil. Sin embargo, algo en su interior le decía que quizá no funcionaría. Posiblemente la araña habría oído sus pasos y su deambular en torno a la entrada. Era una araña muy desconfiada.
Esperó agazapado desde unos dos metros. No podía alejarse más, puesto que la araña saldría sólo un instante y él debería estar cerca para poder capturarla.
Más de media hora estuvo esperando, pero la araña no salió. Decidió cambiar de estrategia. Si la araña no salía por comida, saldría por miedo. Desató y liberó a la hormiga y buscó una rama larga y flexible. La introdujo con cuidado por el agujero. En el fondo, estaba convencido de que no daría resultado, pero estaba empezando a impacientarse.
Durante unos minutos lo estuvo intentando, pero nada, absolutamente nada. Sabía que la araña se habría escondido más hacia dentro, quizá incluso podría estar en el interior del árbol.
Estaba seguro de que, de una u otra forma, daría con el modo de conseguir que la araña saliera. Quizá el humo. Había conseguido en otras ocasiones resultados con esta táctica. Si inyectaba humo en el interior, la araña tendría que salir. Decidió probar. Pero por dónde saldría la araña, quizá por alguno de los agujeros que se veían en el tronco del árbol, o de las ramas.
Estando ensimismado en estos pensamientos y sin saber por qué miró hacia arriba, hacia la rama que se situaba justo encima de su cabeza. Todo fue muy rápido, apenas un instante. Vio sobre su cabeza a la araña sobre la rama del árbol y como ésta saltaba sobre su hombro, junto al cuello. Allí le picó antes de que pudiera apenas reaccionar. La araña había vuelto a hacerlo.
Sintió una sensación que le resultaba familiar. Calor y picor ácido en su cuello y luego en el interior de su cabeza.
Perdió el conocimiento y cuando despertó estaba en la cama de un hospital.
Junto a él estaba George con cara de preocupación.
- ¿Cómo te encuentras?
- Un poco aturdido. ¿Qué haces aquí? ¿Dónde estoy?
- Mel, hace cinco días que la araña te pico y tres días desde que te trajimos de vuelta. Ya no estás en la Amazonía.
- ¿Por qué me has traído? ¿Qué pasó?
- ¿Qué es lo último que recuerdas Mel?
- La araña volvió a picarme. Nada más.
- Han pasado muchas cosas desde entonces. Yampa estuvo buscándote durante horas y te encontró posiblemente en el lugar donde la araña te picó. Estabas inconsciente. Buscó ayuda y te llevó al poblado. Después utilizó el teléfono vía satélite que por suerte le habías enseñado a manejar. Me llamó y decidimos que lo mejor era sacarte cuanto antes de allí. Un helicóptero de rescate te llevó a la ciudad y desde allí te trajimos en un vuelo especial.
- ¿Tan mal estaba?
- Los primeros días temimos por tu vida, tenías mucha fiebre y balbuceabas cosas extrañas, como delirando. Luego mejoraste. Los médicos te reconocieron y tus constantes vitales eran buenas. Dijeron que sólo estabas dormido, que despertarías.
- Me siento bien ¿sabes? Tengo la sensación de que el veneno de esa araña contiene algún componente extraño que hace que mejoren las facultades físicas y mentales.
- No me cabe la menor duda. Pero también es muy peligroso. Has estado a punto de morir dos veces.
- Todos tenemos que morir algún día. Lo importante es cómo, por qué y para qué vivimos.
- Parece que no te importe.
- George, me conoces desde hace muchos años, desde que estudiábamos en la universidad. Sabes que la muerte nunca me asustó. Lo que siempre me importó es vivir, vivir intensamente cada momento, hacer cosas grandes.
- Bien Mel, me alegro de que estés mejor, con esa vitalidad. Tu caso ha sido muy comentado por aquí. Hay varios científicos que desean hablar contigo. Quieren que les cuentes tu experiencia y que les demuestres tus nuevas facultades. Se ha sugerido la posibilidad de que, si son reales las cosas que se rumorean, podrían encontrar fácilmente los recursos para organizar una expedición, capturar algunas de esas arañas y poder analizar la misteriosa sustancia. Tal vez la ciencia pueda aprovecharla.
- ¿Tú compartes esa idea?
- ¿Qué tiene de malo? La ciencia es curiosa, siempre está buscando el conocimiento y el progreso. Tu también eres un científico. ¿Es que no te parece bien? Han dicho que tú serías el jefe de la expedición y que tendrías carta blanca en cuanto a recursos y métodos.
Mel estaba visiblemente enfadado.
- Los seres humanos constituimos redes. Algunas de esas redes son adecuadas, no lo voy a negar...
- ¡Otra vez las redes! - Dijo George también enfadado.
- ¡Permíteme continuar! Algunas redes son buenas, ayudan a organizar nuestra vida, nos dan seguridad, comodidad. Pero otras son claramente negativas. Con ellas esquilmamos los recursos del planeta, nos aprovechamos de las otras especies, las atosigamos, las echamos fuera, donde no molesten. Y eso cuando no nos dedicamos simplemente a extinguirlas.
- Sólo te he hablado de la posibilidad de hacer una expedición con recursos Mel, con muchos recursos. Tu siempre te has quejado de que no tenemos suficientes recursos para nuestros viajes, para poder investigar mejor. Y ahora me estás hablando de la extinción de las especies. Ya no eres el mismo.
- ¿Sabes qué pasará si vamos?
- Sí, que capturaremos unas pocas arañas, eso sí, con mucho cuidado, y podremos estudiar cómo viven y además podremos analizar el veneno. Quizá contenga algo útil para la humanidad. Tu ganarás un premio y serás famoso, no ya entre tus colegas, sino entre la gente corriente.
- Quizá todo eso podría suceder, pero piensa George, piensa. ¿Qué red nueva vamos a crear al hacer esto? O peor aún ¿Qué red o redes vamos a alimentar? Si el veneno de la araña resulta útil, ¿quién se aprovechará de él y a quién o a quienes perjudicaremos? Cuando una red se mueve lo hace en todas direcciones.
- ¿Qué quieres decir?
- George, hay muchas redes mixtas... Me explicaré. Hay muchas redes compuestas de elementos que no son homogéneos. Así pues para que alguien tenga sobre su mesa una banana, una simple banana, y pueda comérsela, en otro lugar remoto del mundo, una persona a la que nunca conocerá ha tenido que cogerla, ponerla en una cesta y entregarla a un comerciante, que a su vez la entregará a un exportador, que la pondrá en un barco junto con miles de ellas, ese barco atracará en un puerto, será descargada, vendida, revendida y por fin alguien la comprará en un moderno supermercado en el interior de una bolsa de plástico y se la llevará a su casa.
- ¿Me estás dando una lección de comercio internacional?
- No George, te estoy hablando de algo bien distinto. En esa red hay elementos que ganan dinero, que se enriquecen y otros que pasan penurias o son explotados.
- Eso siempre ha existido Mel... ¿Es que quieres cambiar el mundo?
- No, sólo quiero... Sí, esa es una buena pregunta. Y tengo la respuesta para ella... una buena respuesta: Sí, si quiero cambiar el mundo... o al menos mejorarlo en lo que pueda, aportar mis conocimientos y mi esfuerzo para algo que valga la pena.
- Mel estás enloqueciendo.
Mel sonrió. Se sorprendió por no enfadarse ante esta afirmación. El Mel de unos días atrás lo habría hecho.
- George voy a confesarte algo muy importante, pero no deseo hacerlo aquí, en el hospital. Vamos a comer algo, tengo hambre.
- Mel, no te han dado el alta, no puedes irte.
- ¿Por qué no? Me siento bien y estoy hambriento. Dejaremos una nota para los médicos en la recepción, para que no se preocupen. Lo que voy a contarte te va a interesar...
George sabía que no podría retener a su amigo en el hospital. Además presentaba un buen aspecto y pensó que era mejor permanecer junto a él por si acaso. Además sentía cierta curiosidad por lo que su amigo iba a decirle.
Fueron a un restaurante frecuentado por los dos. El camarero que siempre les atendía, les acomodó en una mesa.
- Me alegro de verles. Se decía que usted estaba muy enfermo, que le había picado una serpiente en Africa o algo así. - dijo señalando a Mel.
Mel sonrió y en tono semiburlesco y sonriendo dijo al camarero:
- Pues ya ve que estoy sano y fuerte. No he ido a Africa, sino a la Amazonía y no me ha picado una serpiente, sino una araña... bueno han sido dos, dos arañas.
El camarero sonrió también y dijo:
Me alegro de que ya esté bien... y de muy buen humor. ¿Qué les apetece comer?
- Para mí, tráigame el menú número cinco, es mi favorito. - Dijo George.
- ¿Y usted? - Preguntó a Mel.
- Déjeme pensar... Si póngame dos bananas, una manzana y dos tomates. - Respondió.
El camarero pensó que era una broma y no sabía que decir, sonrió.
George, sin embargo tenía cara de preocupación.
- Mel ¿qué quieres comer? - preguntó a su amigo.
- Ya lo he dicho.
George se preocupó aún más. Dijo al camarero.
- Perdone. Ahora le avisamos cuando decidamos lo que deseamos pedir.
El camarero hizo una mueca como una sonrisa forzada y se marchó.
- Bien señores, cuando se decidan me llaman.
George miró fijamente a su amigo.
- ¿Qué te pasa? No puedes venir a un restaurante y portarte así, pareces un crío.
- ¿Qué es lo que he hecho? Sólo he pedido lo que deseo realmente comer.
- ¿Vas a comer dos bananas, una manzana y un tomate aquí, en un restaurante?
- Dos, dos tomates... ¿Por qué no?
- ¿Estás de broma o has perdido realmente el juicio?
- Sólo voy a hacer lo que realmente deseo, y eso es lo que deseo comer.
George estaba totalmente desconcertado. Su amigo estaba totalmente convencido de lo que estaba diciendo. Decidió seguirle la corriente, quizá estuviera afectado mentalmente de alguna forma.
- No estoy afectado mentalmente. - dijo Mel.
- ¿Qué has dicho? - Preguntó George que cada vez estaba más preocupado.
- Que no estoy afectado mentalmente. Esa es la duda que tienes ¿no?
- ¿Estás jugando a adivino conmigo?
- No. Tan sólo estoy aclarando la duda en la que estabas pensando.
- Bien ¿en qué pienso ahora?
- Estás preocupado y enfadado... Ahora piensas si puede ser cierto o te estoy tomando el pelo... sí, ahora estás empezando a creerlo... vaya tu amigo Mel no está loco... es sorprendente, es cierto... puede leerte el pensamiento.
George miraba a su amigo y no daba crédito a lo que estaba viviendo en ese momento. Cada uno de sus pensamientos eran captados con total precisión.
- ¿Es esto lo que tenías que confiarme?
- Esto no es en ningún modo lo más importante. Pero primero pidamos la comida, tengo hambre. ¡Camarero, camarero!
El camarero se acercó.
- ¿Han decidido ya lo que van a comer?
George fue quien respondió:
- Si vamos a tomar lo que le habíamos dicho antes. Para mí el menú número cinco y para mi amigo dos bananas, una manzana y dos tomates. - Y añadió con un gesto de simpatía - ¡Es un capricho de mi amigo!
- Para beber, agua. - Finalizó Mel.
El camarero sonrió forzadamente y se alejó.
- ¡Bien, Mel! ¡Cuéntame eso tan importante!
- Como sabes, desde que la primera araña me picó he ido mejorando física y mentalmente, Además estoy desarrollando diversas facultades que son poco habituales entre los humanos. En realidad no deseaba hablarte de ellas. Dejarte ver ésa ha sido una torpeza. Me dolía que mi mejor amigo pensara que estoy volviéndome loco...
- Continúa, por favor.
- Es cierto que he tenido y tengo una cierta obsesión con las redes. No puedo dejar de reconocerlo. Pero eso me ha dado una forma diferente de inteligencia, un ángulo distinto para analizar la realidad.
- ¿Qué quieres decir?
- Cuando somos niños, no pensamos demasiado en las consecuencias de lo que hacemos. Más tarde, cuando nos vamos haciendo adultos, tenemos más en cuenta las consecuencias de nuestros actos antes de llevarlos a la práctica. Eso se denomina una forma madura de pensamiento. Pero en el fondo seguimos actuando como niños. Sólo nos importa el presente y quizá el futuro más inmediato. No calculamos las consecuencias de lo que hacemos a más plazo...
- Es interesante, continúa.
- Ver las redes que existen, pensar en forma de redes es distinto. ¿Te acuerdas de aquel compañero nuestro de la universidad a quien nadie podía ganar al ajedrez? Una vez hablé con él sobre su capacidad. Me dijo que su secreto radicaba en estudio, memoria, estrategia y un pensamiento maduro... pensar sobre las consecuencias de nuestras acciones y decisiones. Antes de hacer cualquier movimiento calculaba cual sería la reacción de su oponente. Estaba convencido de que él llevaba más lejos que los otros ese cálculo.
El camarero les interrumpió para servir el agua en sus copas.
- Aquí tienen su agua.
- Muchas gracias - respondió George - y dirigiéndose a Mel le preguntó:
- ¿Adónde quieres llegar?
- Cuando la primera araña me picó, se desarrolló en mí esta forma de analizar las situaciones cotidianas. Veía las redes y pensaba en esa forma sobre cualquier cuestión. Ello me permitía encontrar una solución rápida y eficaz a muchos problemas. Pero poco a poco fui obsesionándome con el aspecto negativo de las mismas. Las redes me atrapaban y atrapaban al resto del mundo. Eso me hizo desear alejarme de todos, querer dejar de pertenecer a cualquier red. Llegué a sentir incluso una forma extraña de claustrofobia, parecía que las redes nunca me permitirían escaparme. Resulta paradójico: "Sentir claustrofobia en la Amazonía.
Mel hizo una sonrisa que fue correspondida por otra de su amigo. Luego continuó:
- En este momento no pienso que todas las redes son negativas. Existen otras positivas y muchas que son mixtas, es decir, positivas en algunas partes y negativas en otras.
- ¿Y adónde nos lleva todo esto?
- A ti no sé, pero a mí a desear pertenecer o incluso a crear una red, una red positiva que pueda combatir alguna de las numerosas redes negativas que existen.
Creo que la araña, el destino o lo que sea, me ha dado algo difícil de valorar. Y deseo utilizar ese algo para mí y para las redes a las que pertenezco.
En ese momento el camarero les interrumpió:
- Señores, aquí tienen lo que han pedido.
Después de la conversación durante la comida, George sacó tres conclusiones: Que su amigo no estaba loco sino todo lo contrario, que estaba ante un gran ser humano (cosa que siempre había sabido), y que deseaba ser el segundo miembro de cualquier red que su amigo desease crear.