COMO CONVERTIR UN HUEVO EN UNA FORTUNA

Por: EDY XALABARDE
Director de la revista
MAZULAGIA
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*Versión libre de un cuento tradicional chino.

Se cuenta que hace más de mil años, en un pequeño y remoto pueblo de China vivía un hombre extremadamente pobre. A tanto llegaba su pobreza que difícilmente hacía todos los días las tres comidas. Sin embargo su estado de ánimo, a pesar del evidente hambre que sufría, nunca se quebraba. Siempre miraba al futuro con optimismo, pensando que algún día su suerte cambiaría y podría convertirse en un hombre rico.

Una mañana, paseando por los alrededores del pueblo, encontró un huevo de gallina. Al principio pensó:

- Hoy podré desayunar.

Y se dispuso a comerlo crudo. Pero cuando estaba a punto de romper el huevo, una fantástica idea llegó a su mente. Comenzó a reír y a saltar de alegría.

Rápidamente volvió a su casa y buscó a su mujer. Y con gran excitación gritó:

- ¡Somos ricos, somos ricos! ¡Desde hoy poseemos una gran fortuna! ¡Nuestra suerte ha cambiado!

Su mujer, viendo su estado de alteración se preocupó un poco y le preguntó:

- ¿Qué ha pasado? ¿A qué fortuna te refieres?

Su marido, que ocultaba el huevo entre las manos, le respondió:

- En mis manos tengo una gran fortuna. Pronto seremos ricos.

La esposa sonrió al pensar que su marido habría encontrado una joya u otro objeto de gran valor, quizá una moneda de oro.

- Muéstramelo. ¿Qué es?

El marido abrió las manos para que ella pudiera ver su tesoro.

- Pero... esto es un huevo de gallina. ¿Es que quieres burlarte de mí? - Dijo la mujer.

El marido intentó hacerle entender:

- ¿No te das cuenta? Esto es una gran fortuna.

La mujer empezó a reírse, al principio tímidamente y después con grandes carcajadas.

- ¿Es que has perdido el juicio? Comamos el huevo y alegrémonos de nuestra buena fortuna... por tener algo para llenar nuestros vacíos estómagos. - Propuso la mujer.

- Tu sí que has perdido el juicio. ¿Quieres que nos comamos nuestra fortuna, nuestro futuro?

La mujer comenzó a preocuparse. Por un momento pensó en serio que su marido había perdido la razón.

- Sólo es un huevo. El hambre está trastornando tu mente. ¿Te encuentras bien? - Preguntó.

- Nunca he estado mejor. - Respondió el marido y continuó - Lo que pasa es que no tienes imaginación ni tampoco sentido para los negocios.

- Pues entonces, ¡explícamelo! - Solicitó la mujer con gran escepticismo.

El marido se sentó y, con un gesto, invitó a su mujer a hacer lo mismo. Después, siempre con el huevo entre las manos empezó a revelarle su plan:

- Lo único que tenemos que hacer es pedir a uno de nuestros vecinos que tiene gallinas que nos permita incubar el huevo. Después de unos días tendremos un pollito, que alimentaremos para que crezca y se convierta en una hermosa gallina.

Oído el principio del planteamiento, la mujer comenzó a escuchar con más atención.

- La gallina nos dará muchos huevos que volveremos a incubar para obtener más gallinas. En dos o tres años tendremos decenas, o quizá cientos de gallinas. Seguiremos criándolas hasta que podamos venderlas por un precio que nos permita comprar cuatro vacas.

La mujer estaba gratamente sorprendida y continuó escuchando, cada vez con más interés:

- Estas vacas nos darán terneras que criaremos. Las terneras se convertirán en vacas y nos darán más terneras. Así pues después de cinco años tendremos decenas de vacas. En unos años más poseeremos una granja con cientos de vacas que venderemos...

- ¿Para qué? - Preguntó la mujer, que cada vez estaba más asombrada de la visión para los negocios de su marido.

Este, con complacencia y aires de superioridad, continuó exponiendo su plan:

- Con la venta de al menos trescientas vacas obtendremos una gran cantidad de dinero. Con ese dinero haré tres partes. Con la primera parte compraré una gran y confortable casa para que podamos vivir como personas acaudaladas. La segunda parte la destinaré a prestar dinero, con lo que conseguiremos poder vivir sin tener que trabajar. Y con la tercera parte... compraré una concubina, así podré disfrutar más y mejor de la vida.

Cuando la mujer oyó la palabra "concubina" enrojeció de irá. Cogió el huevo de las manos de su marido y lo estampó contra el suelo.